Haití

Hace unos días, me sentía completamente disociada respecto a lo que ocurría en Haití. Me daba rabia que me bombardearan de imágenes de miseria, hambruna, vandalismo, destrucción. Especialmente de niños. Yo que estaba disfrutando de mi maternidad, así que cambiaba el canal para mirar cosas más agradables.

Ayer en la noche, en una de mis despertadas con Laurita, vi un reportaje de los orfanatos en Haití. Lloré mientras veía las imágenes de bebés, niños de una edad inimaginable, desnudos, pidiendo comida, pidiendo agua. Miré hacia abajo y vi a mi Laura tomando papa, feliz, calientita, rodeada de amor. Me inundó una pena indescriptible. En especial cuando los médicos chilenos hablaban de lo que más les impresionaba era de la tolerancia al dolor de esos niños y como, luego de acudir a los hospitales de campaña a curaciones de múltiples heridas, no lloraban. Ni se quejaban.

Ahora, con un sueño que me recuerda hace un par de años cuando dormía 5 horas diarias entre trabajo y estudio, tentada de quejarme, se me agolpan los ojos de una niña sentada en una camilla, mientras el médico aseaba una tremenda herida en un pie. Lo miraba a los ojos, sin llanto. Sin pena. Sin dolor. Sin la esperanza de alivio.

Y yo, quejándome porque no dormí de corrido.
0 Responses

¿Algún comentario?